Parroquia Asunción de Nuestra Señora de Torrent

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Area Vocacional 2002-03: Sacerdotes: Entrevista a nuestro Seminarista Jesús Girón

 

 

ENTREVISTA

 

¿Qué es para ti la vocación?

Yo creo que la vocación no es simplemenete una elección que uno, movido por una serie de circunstancias, preferencias y habilidades, toma sin más, como prodría elegir cualquier otra dedicación en la vida.

La vocación es, fundamentalmente, una respuesta que das a una llamada que Dios te hace de una manera muy concreta.

¿Y cómo se puede saber que uno tiene vocación?

Todos, por el Bautismo, tenemos vocación. Nuestra vida no es fruto de una casualidad sino de una llamada a la que hay que responder, pues nadie lo puede hacer por ti.

Esa vocación a ser hijos de Dios se especifica dentro de los distintos carismas que hay: vida matrimonial, consagrada o sacerdotal. La vocación específica no la podemos descubrir por eliminación de las otras sino estando muy atentos a la voz de Dios, cuya voluntad se manifiesta a través de su Palabra y de nuestra vida e historia personal.

Es verdad que Dios no hace llamadas “vía directa” ni apariciones espectaculares, pero si agudizamos un poco el oído, lo cual hoy día es difícil, podemos descubrir que es, precisamente, en las cosas pequeñas y cotidianas donde podemos escuchar su voz: personas, encuentros, conversaciones, alegrías, dificultades, inquietudes, momentos de oración, convivencias, trabajo, estudio, familia, un sacerdote..... No esperemos más milagros. Bastante milagroso es ya poder ver más allá de lo que nuestros ojos nos muestran.

Y tú, ¿cómo sentiste la vocación sacerdotal?

Como antes dije, la vocación no es una simple opción particular que haces. De hecho, cuando yo empecé a sentir la vocación ya tenía una opción tomada, pero....

Yo tenía casi 24 años cuando, en aquel Jueves Santo de 1997, escuchando el Evangelio de la Última Cena, empecé a sentir que Jesús ( el de Nazaret) me pedía una dedicación especial. “Os he dado ejemplo”, decía él, después de lavar los pies a sus discípulos.

En aquel momento comprendí que mi vida sólo tendría sentido si yo hacía como él. “Pero hay muchas formas de lavar los pies a los demás”, pensaba para mí. “Yo estoy en el grupo de jóvenes de la parroquia, doy catequesis en el colegio, he estado con los niños del barrio chino, en el asilo, en el albergue de transeúntes.......” Y así podía ir llenando el currículum, pero yo intuía que Jesús quería algo más. Él no me pedía mis actividades, ni mis “servicios”, ni mis buenas obras, ni siquiera mi tiempo. ¡Él quería mi vida!

“¡Ah no! Por ahí si que no....”

¿Y por qué no?

Por aquel entonces yo ya tenía otros planes. Estaba terminando la carrera de Derecho, tenía novia, ganas de casarme y formar una familia, con muchos hijos, por cierto. Por eso no me parecía serio plantearme a esas alturas la posibilidad de ser sacerdote. “¡¡¡¡Eso para otros!!!!”

¿ Y sin embargo...?

Mi actitud entonces fue como la del joven rico del Evangelio, que tantas cosas buenas y méritos tenía, pero a la hora de la verdad no se atrevió a darlo todo. Durante los siguientes meses intenté olvidarme del tema y casi lo consigo pero fue imposible. Cada pequeño e insignificante acontecimiento de cada día me llevaba a pensar que Jesús me llamaba a seguirle de una manera radical por el camino del sacerdocio. Me daba terror, pero la llamada ya estaba hecha y por mucho que intentaba reprimirlo, siempre acababa saliendo por algún lugar.

¿Cuándo te decidiste a dar el paso?

Aquel verano fui a la peregrinación de jóvenes con el Papa a París. El último día calaron en mí, de una manera muy especial, las palabras de Jesús a sus primeros discípulos: “Venid y lo veréis”. Entonces me di cuenta que durante mucho tiempo estuve dedicándome a “las cosas de Dios”, pero sin atreverme a mirar a los ojos a Jesús, por si acaso. Cuando por fin dejé de mirar de reojo, lo único que descubrí fue su mirada. No exigía, ni reprochaba. Sólo miraba con una gran ternura. En el fondo, creo que hasta se reía. No forzaba, pero era irresistible, así que me rendí. Entonces dije: “Heme aquí, Señor”.

¿Y qué hiciste entonces?

La vuelta de París supuso uno de los momentos más duros de mi vida. Tenía que explicárselo a mi novia y la verdad es que no me sentía con fuerzas de hacerlo. Era una situación muy extraña porque yo seguía enamorado pero sentía como si ese amor se me hubiese quedado pequeño entonces. Era un lío. ¿Cómo iba a entenderlo ella si yo tampoco lo entendía? La verdad es que fue duro, pero ahí vi que era Dios el que me daba las fuerzas para seguir. Si no, imposible.

¿Cómo se lo tomaron tus padres?

Bastante mal, pero no por el hecho en sí de tener un hijo cura. Ellos me educaron en la fe desde pequeño y me enseñaron a amar a Dios. Tampoco sería lógico que entonces se opusieran a mi decisión de amarlo de una manera tan radical. A ellos les costó aceptarlo por las circunstancias en que todo pasaba. También ellos tenían una idea de lo que yo iba a ser y de pronto.....

 ¿Fue entonces cuando entraste en el seminario?

No. Yo estaba muy revuelto y necesitaba serenarme. Hablé con mi cura y también con el rector del Seminario. Creí que era importante tomarme un tiempo para discernir. Yo necesitaba salir, no para evadirme de los problemas sino para distanciarme, tomar perspectiva y objetivar un poco. Pedí la incorporación inmediata y me fui a la “mili”. Así que de pronto me encontré en El Ferrol disfrazado de marinerito. Sé que el cuartel no era el lugar más propicio para discernir una vocación, por todo lo que allí me encontré, pero precisamente muchas de las cosas, situaciones y personas que allí descubrí seguían confirmando en mí esa llamada a entregar mi vida al Señor para poder ser testigo de su Buena Noticia en medio de vidas tan destruidas, para ser portador de su Cuerpo, instrumento de su perdón y sanador de tantas almas heridas por las dificultades de la vida. Más que nunca sentí entonces la llamada a ser pastor, como él.

Fue aquél un año muy intenso, duro, pero al mismo tiempo precioso donde pude aprender mucho, donde también tuve tiempo de rebotarme y querer mandar todo a paseo, pero, después de varios intentos fallidos por mi parte, llegué a la conclusión de que Jesús, además de bueno, es un poco pesado y si se empeña, suele acabar saliéndose con la suya.

Al acabar la mili entré en el Seminario. De eso hace ya cinco años y puedo decir que hoy soy feliz. Doy gracias a Dios por haberse fijado en mi de una manera tan especial para esta misión. Es verdad que no es un camino de rosas, que hay dificultades y renuncias. Además siempre están presentes las debilidades e infidelidades de uno, pero el amor de Dios es mucho más fuerte que todo eso. Él ya cuenta con mi miseria. Para él no es una sorpresa, por eso siempre se mantiene fiel a pesar de mí. Y eso es un descanso porque entonces descubro que es él quien lleva mi historia, mi vida y mi vocación.

¿Qué dirías a los jóvenes de esta parroquia?

No tengáis miedo de preguntarle a Jesús qué quiere de vuestras vidas. No os conforméis con “hacer cositas”. Eso tranquiliza la conciencia pero no hace feliz. Atrévete a mirar a Jesús a la cara y escucha.

Aquí hay personas que pueden ayudaros. No dudéis en hacerlo con total confianza y libertad.

Por último me gustaría compartir con vosotros una oración que encontré hace tiempo y refleja muy bien lo que pienso de la vocación:

“La vocación no es sólo un gusto, no es sólo una inclinación, no es sólo querer, no es sólo poder. Nadie “ tiene vocación”. Es la vocación la que nos va teniendo a nosotros a medida que afinamos nuestro oído, a medida que nuestros ojos descubren que alguien ha de repartir el Cuerpo de Cristo, la Palabra de Cristo, el Amor de Cristo”.

 

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