Parroquia Asunción
de Nuestra Señora de Torrent
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Área de Matrimonio y Familia: Novios, Reuniones Bloque II
EL EVANGELIO
Si se quiere
interrogar a los Evangelios acerca de los novios, uno queda un poco perplejo,
porque no se habla casi nada del amor humano o del matrimonio. Esta laguna
parece todavía más extraña si se considera la importancia que el amor tiene en
la vida de un hombre y de una mujer.
Sin embargo, si bien esto a
primera vista parecería negativo, es en realidad positivo: el
Evangelio, en efecto, confía a nosotros esta reflexión y nos empuja hacia un
"camino creativo".
En este camino nosotros recorreremos
algunas etapas:
- análisis de Mateo 5, 27-30;
- análisis del modo de amar de
Jesús.
La mujer y su
dignidad (Mt. 5, 27-30)
"Quien mira
con malos deseos a una mujer...": el texto se expresa en forma
negativa, pero la lectura que Jesús hace va más allá de una interpretación solo
en negativo, como sería propio del Antiguo Testamento; no se trata solo de no
lesionar un derecho, sino de tener el respeto que se le debe a una mujer como
persona humana. Si se la desea como un objeto, se hace de ella una adúltera y
se la trata como tal. Jesús subraya y condena el deseo que lleva a considerar a
la otra (o el otro) como un objeto.
Hay un componente pasional en el amor humano que puede ser remanente de
una instintividad infantil: el niño es llevado a poseer, no espera que el otro
se sienta preparado para darse en libertad.
Es
la actitud de quien no conoce a Dios y no tiene esperanza. Cuando no se tiene
perspectivas para el futuro (podríamos decir: cuando no se tiene dimensión
histórica), no se construye el crecimiento de un intercambio personal y libre,
sino que, con avidez, se quiere consumar todo y
pronto. En ese caso la historia de amor se convierte en una sumatoria de
instantes desperdigados, vividos cada uno como
cerrado en sí mismo, y no como un fluir en conjunto de un
proyecto que conduce a un ideal.
Jesús invita de esta forma a valorizar en forma conyugal la atracción y
el deseo. La perversidad y la malicia se derivan de nuestro corazón, que se
dirige en forma equivocada hacia el cuerpo (es decir, la persona) que se ama.
El
mensaje que esta enseñanza de Jesús nos entrega es el de aprender a respetar a
la persona que desea darse a sí misma "de manera libre", sin
violencias. Solo con esta condición la atracción es positiva y acerca a dos
personas uniéndolas en la verdad. De allí se deriva el compromiso de vivir la
propia relación de modo autocontrolado, equilibrado.
Jesús enseña a amar
"Amen a sus esposas
como Cristo amó a la Iglesia" (Ef. 5, 25). Este principio general es quizá
demasiado genérico y merece ser precisado. Es una invitación a releer todo el
Evangelio preguntándose: "¿cómo nos ha amado Jesús?" Al emprender
esta investigación sabremos de antemano que lo que encontraremos será, en
sentido pleno, la salvación del amor.
Las indicaciones contenidas en el amor de Jesús valen para todos los
cristianos y en todas las ocasiones de la vida, y por esto son aplicables
también a ese momento particular que es el noviazgo. Realizando el recorrido
desde la periferia hacia el centro, podemos detenernos en cinco
"cuadros" descritos por los evangelios.
a) Cuadro primero: la multiplicación de los
panes (Lc. 9, 10-17)
Jesús ha realizado los milagros para salir al encuentro de las
necesidades de la gente. Tenían ciertamente también el valor de signos, pero en
conjunto eran un gesto de amor que daba "las cosas" que se necesitan
para vivir. Con esto el Señor nos enseña un estilo de amor muy bello: dar
"las cosas" a quien se ama.
Resulta ya una primera observación para el amor entre una chica y un
muchacho. Es una invitación a una atención concreta hacia la persona. El riesgo
es el de dar por descontado este aspecto y sostener que este tema se coloca
"fuera" del amor.
Dos novios deben aprender a "hacerse regalos" como signos de
atención: hasta llegar a la delicadeza.
b) Cuadro segundo:
el servicio (Lc. 22, 27)
Para comprender
mejor el concepto de "ser servidor" y tener presente también el
versículo de Jn. 13, 1ss. :"los amó hasta el extremo", donde
el signo supremo es el de hacerse "siervo".
Jesús, haciéndose servidor, define qué entiende Él por amor. No se limita
a hacer regalos, sino que se pone al servicio de la persona: es un paso
adelante que nos acerca más al "centro" de la persona amada. En la
relación de amor el servicio a la persona del otro asume una gran importancia.
Las implicancias de este modo de amar son muchísimas: basta pensar qué puede
significar el cuidado de un cuerpo enfermo, o bien aprender a respetar el
cuerpo del otro en todos los variados aspectos que lo caracterizan (alegría,
pesadez, cansancio, fastidio...)
c) Cuadro tercero: Jesús habla y quiere ser
escuchado (Lc. 10, 38-42)
Jesús ama a sus discípulos y amigos sobre todo porque les habla de Dios.
Su misma misión -y nuestra salvación- consiste justamente en el hecho de que
Jesús nos ha hablado del Padre: "A Dios nadie lo ha visto jamás, sino el
Hijo Único, que comparte la intimidad del Padre; éste nos lo dio a
conocer" (Jn. 1, 18)
Se
deriva una muy clara observación sobre el verdadero amor:
todos los aspectos hasta ahora considerados podrían ser una coartada; a menudo
los regalos y el servicio nacen de la incapacidad de amar y de aceptar a la
persona en sí misma. Cuando el amor es, por sobre todo, comunicación de sí
mismo.
Los dos primeros niveles -las "cosas" y el
"servicio"- pueden ser fáciles; la calidad verdadera del amor emerge
cuando se está dispuesto a comunicar las propias experiencias más profundas,
cuando se comparten las herencias más escondidas. En esto radica la
importancia, para el amor de la pareja, de la tradición propia que trae cada
uno desde su origen. A menudo puede existir el riesgo de "arrancar" a
una persona de todo lo que ha vivido y de todo lo que la ha formado
(mentalidad, cultura, padres, parientes, costumbres...), para vivir solo el
instante que se presenta en el momento: pero esto no sería auténtico amor.
Interesa a Jesús que haya alguien dispuesto a escucharlo. Este rasgo del
amor es, quizás, el más importante en el noviazgo (e incluso luego). Pero no
basta ser escuchado, importa ser "atendido" por quien escucha.
Estamos en un nivel de reciprocidad muy profundo. No se trata solo del canje de
regalos y servicios, sino del intercambio de lo que es más íntimo en la
persona.
Es
uno de los momentos más excelsos del amor, pero también de los más difíciles.
En el fondo, y pensándolo bien, el noviazgo se juega entero en este aspecto. La
escucha y la recíproca atención-aceptación de las personas, para completarse en
verdad, deben cumplir también los pasos que siguen.
d) Cuadro cuarto: Jesús perdona (Lc. 22,
61-62)
La relación entre
dos personas no es siempre fácil. El cansancio, la incomprensión e incluso el
egoísmo que retorna insistente, pueden llevar a momentos de ruptura. Como le
sucedió a Pedro que, luego de momentos de entusiasmo por Jesús, por miedo lo
deja sólo y lo traiciona.
Pero justamente aquí Jesús demuestra otro rasgo de su amor: la soberana
capacidad de perdonar. En la mirada de Jesús hacia Pedro está toda la fuerza
del perdón. No es una condena sin apelación: basta recordar la escena de Jesús
resucitado que vuelve a ver a Pedro y le restituye la capacidad de amar (por
tres veces, como por tres veces Pedro lo había
negado).
El
amor entre dos novios debe ser capaz de rehacer y reacomodar
los motivos de tensión. Por sobre todo el amor debe adquirir lo que podríamos
definir como "capacidad de recuperación".
Las situaciones difíciles pueden
ser superadas, pero solo luego de que uno "ha pagado".
El amor de Jesús en
cambio, "no te las hace pagar": con gran libertad perdona y restituye
la confianza y el coraje en un nivel todavía mayor.
La magnanimidad entre los novios
igualmente no excluye, más bien exige, la necesidad de ciertas aclaraciones.
e)
Cuadro quinto: Jesús pide ayuda (Mc. 14, 32)
En
este cuadro descubrimos un Jesús en cierto modo nuevo e insólito. Él pide ayuda
y tiene necesidad de consuelo. Estamos así en el más alto nivel del amor.
El amor lleva a salir de sí mismo y
hace sentir la necesidad del otro. Como para Jesús, para todos los que se aman
llega el momento de reconocer frente al otro la propia pobreza. Tal pobreza
permite pedir ayuda y pone en la condición de entregarse al otro "de manos
y pies atados".
Cuando se está en condiciones de pedir,
quiere decir que se reconoce estar entonces "vacíos" y totalmente
"en poder" del otro. Son actitudes que el amor es capaz de vivir, sin
que por ello una persona se sienta mínimamente disminuida. Es más, se llega a
descubrir que justamente en el "perderse" está la grandeza del amor
que se quiere construir.
PARA
LA REFLEXION Y LA DISCUSION
Retomar los pasajes del Evangelio y
considerar cómo el amor de Jesús puede empujar a una revisión de la propia
relación.
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