Parroquia Asunción de Nuestra Señora de Torrent

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Área de Matrimonio y Familia: Novios,   Reuniones Bloque II

 

 

LOS PROFETAS II: EL MATRIMONIO COMO SÍMBOLO DE LA ALIANZA

 

            En la evolución religiosa de Israel, los profetas han tenido un papel muy importante como mensajeros e intérpretes de la Palabra divina. Ellos interpretaron la historia de Israel, su pasado, presente y futuro, a la luz de Dios; sintiéndose enviados para reconducir al pueblo hacia la obediencia a Él. Aunque la acción de los profetas tuvo muchas facetas, sus aportes en general convergen y se combinan según las tres líneas fundamentales que particularizan la religión del Antiguo Testamento: el monoteísmo, la vida moral y la espera del Salvador.

 

            En el Antiguo Testamento encontramos que la experiencia del matrimonio es utilizada para revelar su plan de salvación y la comunión entre Dios y su pueblo. Se trata de un primer paso importante hacia la introducción del amor y el matrimonio en la realidad de la salvación; la plenitud de la revelación se tendrá solo con el Nuevo Testamento, cuando el matrimonio asumía su valor de “signo” (sacramento) del amor de Jesús Salvador por su iglesia.

 

La imagen del adulterio en Jeremías.

 

            El libro de Jeremías emplea también de manera constante el símbolo del matrimonio. El pecado de Israel, su infidelidad, su idolatría, los excesos sexuales ligados al culto a Baal, quedan estigmatizados en la alegoría de la unión conyugal.

 

            Presenta un primer momento de nostalgia, refiriéndose a los intentos de reforma de Josías: “Recuerdo tu cariño de joven, tu amor de novia, cuando me seguías por el desierto” (2,2). Pero las infidelidades posteriores cambian por completo el panorama de esperanzas e ilusiones: “Igual que una mujer traiciona a su marido, así me traicionó Israel” (3,20). “Si un hombre repudia a su mujer, y ella se separa y se casa con otro. ¿Volverá él a ella? ¿No está esa mujer infamada? Pues tú has fornicado con muchos amantes, ¿podrán volver a mí?” (3,1).

 

            Sin embargo, a pesar de tantas amenazas, el profeta termina señalando la fidelidad infinita de un amor que no se acaba ni se consume: “Con amor eterno te he amado; por eso prolongué mis favores contigo. Volveré a edificarte y serán reedificada” (31, 3-4)

 

            De nuevo un profeta, Jeremías, presenta al matrimonio como prototipo del amor entre Dios y su pueblo. Esta vez está también presente el sentido de perdón por parte de uno de los cónyuges. Y algo más aún: el deseo de ayudar a regenerar a la parte infiel: “Volveré a edificarte...·” Así la fe en el Dios de los profetas se vuelve sumamente exigente...

 

La alegoría de Ezequiel.

 

            El profeta Ezequiel, en su capítulo 16 reproduce la historia de Israel con una ternura impresionante. El pueblo elegido aparece como una niña recién nacida, desnuda y abandonada en pleno campo, cubierta por su propia sangre, sin nadie que le ofrezca los cuidados y el cariño necesario. Dios pasa junto a ella, la recoge y la cuida hasta llegar a enamorarse (16,8). La descripción es ampliada con los múltiples y valiosos regalos dados por Yahvé, que le dan esplendor de una reina. La unión parece afirmada aún más por el nacimiento de hijos e hijas (16,20)

 

            Pero el pago vuelve a ser la prostitución, efectuada de una manera constante (16,22-26). Todo ello irrita profundamente a Dios (16,22). Es más, en lugar de cobrar, ella misma ofrece los regalos de su matrimonio para atraer a sus amantes (16,34)

 

            Pero la esperanza queda de nuevo abierta por el arrepentimiento y el perdón: “Me acordaré de la alianza que hice contigo cuando eras joven y haré contigo una alianza eterna” (16, 60)

 

            Significado simbólico de la entrega conyugal.

 

            Para nosotros, lo importante de todo este lenguaje profético reside en su presupuesto de base. Si los profetas se han valido del matrimonio para que el hombre vislumbre la realidad de sus relaciones con Dios, es necesario que el amor conyugal sea capaz de describir el misterio de la Alianza entre Dios y los hombres. El matrimonio debe adquirir esa densidad significativa. Como gesto y experiencia humana debe estar lleno de este valor trascendente: Ser signo e imagen de la amistad y el cariño divino. La historia de un amor conyugal, con sus progresos y crisis, con sus gozos y tinieblas, es el reflejo de una intimidad profundamente misteriosa. El corazón de Dios se nos hace de esta manera más comprensible.

 

            Al proclamar este mensaje de salvación, los profetas nos han iniciado, también, a una teología del matrimonio y han acentuado con una fuerza extraordinaria cuál debe ser el significado de la entrega conyugal. Debe existir una semejanza creciente entre el amor de Dios y el amor entre esposos, fiel y misericordioso, hasta las últimas consecuencias. Amor que no sólo se demuestra en los buenos momentos, sino también, y de manera muy especial, sabiendo perdonar y olvidar.

 

            La lección profética sobre el amor conyugal no se refiere sólo a su aspecto espiritual, sino que abarca también la relación más íntima. Sabemos que el verbo utilizado por la Biblia para expresar la donación corporal es “conocer”, y Dios se queja constantemente de que su pueblo no lo conoce. “Conocer un hombre a una mujer” nos evoca, por tanto, un hondo sentido de intimidad, de entrega profunda en todos los órdenes, de revelación progresiva y recíproca hasta formar una sola carne, una sola vida, un solo ser.

 

            Que los profetas hablen de la infidelidad de la esposa no quiere decir que ataquen solamente las infidelidades femeninas, y no las masculinas. Se trata sólo de una comparación, en la que el pueblo de Israel está representado por la esposa y Yahvé es el esposo, siempre fiel.

 

            Preguntas para el diálogo.

 

1.      ¿Habíamos pensado, alguna vez, que el amor matrimonial debe ser símbolo del amor que tiene Dios a su pueblo? ¿Lo es, en realidad, el nuestro? ¿Somos, realmente, imagen que pueda explicar el amor que Dios nos tiene?

 

2.      En los profetas, el simbolismo nupcial sirve para explicar algunas características precisas del amor de Dios: fidelidad, perdón, dedicación incondicional, ternura, generosidad... Todo esto forma parte del amor. Un amor que no sea así, no puede ser un símbolo. ¿Es éste el concepto de amor que impera a nuestro alrededor, en nuestros conocidos, en nuestra sociedad? Y respecto a esto ¿en qué punto se encuentra nuestro amor? ¿Cómo de cerca estamos del amor que nos proponen los profetas?

 

 

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