Parroquia Asunción de Nuestra Señora de Torrent

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Área de Matrimonio y Familia: Novios,   Reuniones Bloque I

 

 

VI.-PSICOLOGIA DEL HOMBRE Y LA MUJER AL INTERIOR DE LA PAREJA

 

Vivimos insertos en la cultura del unisex; en un afán obstinado de negar cualquier diferenciación en la psicología del hombre y la mujer. Como mucho, se admiten diferencias de educación, cosa que también es cierta.

 

Hacer una reflexión basada en la observación de los comportamientos masculino y femenino es divertido. Os pediría un cierto sentido del humor para tratar este tema. Si lo tomamos sin rabietas ni prejuicios, nos puede allanar caminos, ayudar a comprender comportamientos, a ser más benevolentes en uno con el otro, a solucionar problemas.

 

Dios ha hecho al ser humano diverso: lo ha hecho hombre y mujer. Hombre  y mujer, complementarios, son el ser humano. La pareja es un ser. Hombre y mujer son dos formas desde las que se es persona, que se complementan.

 

Hablar de distintas psicologías no significa que existan rasgos exclusivamente masculinos o femeninos. Todo está en todos, salvadas las diferencias corporales con lo que suponen. Diría que hay distintas “intensidades”, unos predominios generalizados con todas las salvedades que puedan relativizar este tema.

 

Todo lo que sea valor humano debe ser cultivado por ambos en la búsqueda de la perfección, como debe ser progresivamente eliminado todo aquello que impida la conjunción armoniosa de ambos en la pareja.

 

1.- Distinto ritmo.

 

Afirmar que algo es distinto no significa que sea mejor o peor. Por ser distintos estamos llamados a complementarnos, a dar lo que el otro no tiene. Así podemos afirmar que el hombre tiene un ritmo distinto a la mujer, “una velocidad diferente”. El ritmo de la mujer es de menos prisas, el del hombre más precipitado, con todas las salvedades. Por eso deben complementarse.

 

En los rituales de “prepararse para salir”, la mujer necesita más tiempo y le otorga más valor. Desde el “¿qué me pongo?, ¡no tengo nada que ponerme!” hasta el “cuando estés preparada me avisas y entonces me prepararé yo” hay un sinfín de anécdotas en cada pareja. El hombre tiene la sensación de que por ella llegan siempre tarde a todas partes, de que siempre le surgen a última hora cosas que debería haber previsto antes. Y ella dice que el novio es un pesado y un tranquilo, y que si se preocupara más de las cosas de los dos no le sobraría tanto tiempo. Y es que el ritual de vestirse es propicio a pequeños enfados por la “diferente velocidad”

 

Pueden enumerarse muchos otros terrenos:

 

-         Para comprar, la mujer necesita más tiempo, mira más las cosas, tarda más en decidirse.

-         En clase a un chico puedes preguntarle de sopetón, reacciona inmediatamente (no siempre bien); a la chica no.

-         En el perdón los hombres acusan a las mujeres de ser rencorosas, y ellas los acusan de ser egoístas. La mujer guarda las cosas, les da vueltas, necesita más tiempo para digerir. Él se olvida fácilmente y eso ella no lo puede comprender.

 

El distinto ritmo es una fuente de exigencias para ambos, una riqueza si se complementan. Pero no es fácil.

 

2.- Distinta necesidad de expresión.

 

En el punto anterior la diferencia la marcaba el ritmo; en éste es una necesidad y por lo mismo debe ser atendida. El hombre tiene menos necesidad, la mujer más. Él deberá esforzarse, ella controlarse.

 

· Por lo general, el hombre tiene poca necesidad de expresarse, y la mujer mucha. Esto no es fácil asumirlo y exige gran esfuerzo. Un marido contaba que su mujer había pasado toda la tarde con una amiga, al llegar a casa se llamaron por teléfono media hora más y al despedirse se dijeron. “Ya hablaremos”. “¿De qué?” decía asombrado.

 

El hombre debe esforzarse por satisfacer esa necesidad de la mujer. La mujer debe moderarse, no sea que su pareja haga suyo el dicho de la Biblia: ¡ Que se te pegue la lengua al paladar!

 

· Esto es así porque la mujer percibe la realidad en la medida en que ésta se expresa. El hombre no tiene esa necesidad de que se le expresen las cosas, o la tiene mucho más reducida. “No necesito que me digas con frecuencia que me quieres. Ya me lo dijiste una vez, y sé que me quieres, me lo demuestras cada día con tu vida.” Pero ella necesita que se lo digas y repitas, que se lo expreses en tus palabras, en tus gestos, en tus actitudes, en tus valoraciones,...

 

Aprender a decir el amor, a explicitarlo, es un trabajo bello, a veces difícil, pero imprescindible.

 

· Si dos chicos deciden ir al cine, necesitan veinte segundos para ponerse de acuerdo: “Nos esperamos a tal hora en tal sitio”. Pero si dos amigas se llaman para lo mismo, necesitarán veinte minutos.

 

El hombre va directamente al grano. La mujer va circunvalando hasta llegar al grano. Hay que darle tiempo porque necesita “crear un clima”. Aunque en ocasiones pueda enervarle a él, hay que reconocer que la capacidad de “crear un clima” añade calidad a la relación personal. A veces no hay tiempo, es cierto, pero qué necesitados estamos de añadir calidad y de tener tiempo para lo que es importante. El arte de vivir exige dar prioridad a lo que es principal.

 

3.- Diferente percepción de la realidad.

 

No es fácil admitir que hay un modo masculino y otro femenino de ver la realidad, de darse cuenta de las cosas. Y repito, no es mejor uno que otro, sino distintos, que necesitan complementarse. Asumirlo y buscar esas formas diferentes de ver las cosas es una riqueza que permite verlas mejor. Por eso añadiría que, además de un modo masculino y femenino, hay un modo en pareja de leer la realidad, más completo y atento a todo.

 

La mujer, en general, tiene una visión más analítica de la realidad. Percibe el todo a través de las partes, de los detalles. Por otra parte, es más intuitiva, se da cuenta más fácilmente de cualquier cosa. Con frecuencia también es capaz de ir “más allá” de las cosas, lo que no siempre es justo. Aquí tiene su origen esa calidad tan preciosa en la visión femenina de las cosas, de dar importancia a los detalles, de poner ternura en las cosa pequeñas.

 

El hombre, en general, tiene una visión más sintética: a través de las cosas globales, se le escapan los detalles y está más atento al todo. El hombre es más “inocente”, menos malicioso, no se da cuenta de las cosas.

 

Estas pequeñas reflexiones pueden dar una idea de la necesidad de un encuentro de ambos modos de ver, a través del diálogo y de la comprensión mutua.

 

4.- Diferente sensibilidad.

 

No sólo más o menos sensibilidad, sino también distinta sensibilidad. Generalizando, podemos afirmar que la mujer tiene más sensibilidad que el hombre. Todo en su ser está dispuesto para la maternidad, para la acogida. Por ello, es más solidaria, lo que con frecuencia hace que sea más madura. Es más sensible a lo humano, al ser. Da más importancia al sentimiento, a lo personal, a la familia. Es más atenta, más sensible a las situaciones.

 

El hombre, en general, es más pobre en sensibilidad, da menos importancia al sentimiento, es más dado a lo periférico, conversa más fácilmente sobre lo que no compromete a su interior. Es menos atento y menos dado a lo personal.  Si se deja “educar” en lo afectivo por la mujer, se enriquece y madura notablemente. Es más estático, prefiere el confort a la limpieza.

 

Dándole la vuelta a estos argumentos, se observa que la mujer sufre más fácilmente, es más dada a dar interpretaciones no adecuadas y a ver dobles intenciones. Es más dependiente de lo que se le dice y de cómo se le dice. Más subjetiva y, por lo general, más susceptible.

 

El hombre, por el contrario, es más independiente, menos dado a lo personal. Sufre menos por este tipo de cosas. Es más objetivo, más frío.

 

5.- Diferente relación con la “vida”

 

Bástenos con observar la habitación de una chica, o de un muchacho, su arreglo personal, la disposición de sus cosas. Donde pone su mano, ordinariamente, pone la vida. El hombre es más torpe y más pasivo.

 

La mujer es más buscadora de seguridad y protección para la vida. En muchos casos, esta búsqueda de seguridad le genera angustia.

 

 

Al terminar, quiero, una vez más, relativizar lo dicho. Como dije al principio, todo está en todos, aunque se da en distintas intensidades. Os he transmitido simplemente unas observaciones, cuya meditación pueda ayudaros a comprendernos mejor y respetarnos más.

 

PARA EL DIÁLOGO EN PAREJA.

 

1-     Por supuesto, no todo os afecta. Escribid por separado tres cosas que sí os afectan.

2-     Comentadlas tranquilamente: ¿qué os pedís el uno al otro? ¿en qué deberíais hacer un esfuerzo por mejorar?

3-     ¿Habéis encontrado un equilibrio en la “distinta necesidad de expresión”? ¿O váis a peor?

 

PARA COMENTAR EN LA REUNION

 

1-     Es normal que este tema os haya irritado un poco. ¿En qué? Si no, señalad alguna cosa que os haya hecho gracia.

2-     Además de los aspectos mencionados ¿veis algún otro que se pudiera señalar?

3-     Indicad dos o tres aspectos del tema que os hayan interpelado más directamente.

 

 

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