Parroquia Asunción de Nuestra Señora de Torrent

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Área de Matrimonio y Familia: Novios,   Reuniones Bloque I

 

 

III.- EL ENCUENTRO DEL NOVIAZGO

 

 

            Hay muchas formas de encuentro: ocasionales, fortuitos, provocados, de amistad, de negocios, políticos, religiosos... Hay encuentros superficiales, intensos, profundos... Encuentros por interés, por amistad...

            Cada encuentro es una oportunidad, una posibilidad para “algo”. La finalidad es lo que determina el encuentro.

            El encuentro propio del noviazgo se puede establecer en cuatro áreas según su finalidad:

 

1. - Satisfacer las necesidades bio-psíquicas de cada uno (materiales, psíquicas, sexuales...)

 

2. - Satisfacer la necesidad de afecto, no querer estar solo.

 

3. - Compartir ideales comunes, luchar por una causa (social, política, económica, religiosa...)

 

4. - Construir una comunidad de vida y de amor conyugal, como prototipo de una convivencia       humana o de una nueva civilización, la del amor.

 

            Las dos primeras tienen como centro el propio “yo”, buscan al otro para sí; son expresión de la propia indigencia, prima la utilización del otro en función de las propias necesidades; llevan en sí el germen de la separación, pues el otro exigirá la autonomía, tanto psicológica como material, como exigencia de su ser persona, de su dignidad y su libertad.

 

           

            La tercera, compartir ideales comunes, tiene como centro algo que está fuera de uno mismo. Se tiende a idealizar al otro, pues lo que está fuera no exige de por sí el asumirse el uno al otro, ni integrarse, ni complementarse como personas. Se subordina todo a una idea totalizante, dehumanizando la relación al no integrar las dos primeras dimensiones. En profundidad, no se advierte la necesidad del otro.

 

            La cuarta forma de encuentro asume todas las anteriores y tiende a integrarlas en el amor, que a partir de ahora conoceremos por “amor conyugal”.  Este carácter de síntesis, este sumar todas las formas de encuentro y la elección privilegiada por parte de Dios, que lo escoge como ejemplo de su amor por nosotros, constituyen la grandeza del amor conyugal.

 

            Pero hay algo que relativiza el amor conyugal: el otro es un don que Dios me hace:

 

-         El otro no es un absoluto. Sólo Dios lo es. El otro es una imagen del amor de Dios, un camino hacia Él, a la vez que presencia y compañero. Un don que se me hace, que debo ayudar a llegar a plenitud.

-         El otro es “el otro”. No es mis sueños. No puedo reducirlo a ser mi propia imagen y semejanza, ni puedo poseerlo. El otro no puede ser una respuesta a mis necesidades, sin más, ni puedo amarme a mí en él, sin más, como quien frota el otro para acariciarse a sí mismo.

Simplificando, podemos comparar el amor de los novios con el agua, que se compone de dos elementos, hidrógeno y oxígeno, aunque, a la vez, contiene otros muchos (minerales, sales...). Así, el amor conyugal está compuesto por dos elementos:

 

- La admiración.

 

El flechazo suele empezar ahí: “Algo he descubierto en ti” Los demás suelen decir: ¿qué habrá visto? “Me fijé en sus ojos, en su manera de hablar, en sus manos, su manera de ser, su serenidad...”.

 Mientras hay admiración, hay amor. Si la admiración va dejando paso a la indiferencia, se va destruyendo el amor. Para permanecer en el amor, deberemos mantener viva la admiración recíproca. Para ello:

 

- Cultivarse, cuidarse, no abandonarse en ningún estado de la vida, y menos en nuestro noviazgo. En el aspecto corporal, en lo espiritual, en lo cultural, en la conducta, en los valores. Este cultivo es lo que nos hace ser cada día “nuevos” para el otro, lo que nos impide cansarnos. Cultivarse significará, sobre todo, ir transformando la propia conducta para dar respuesta a las necesidades verdaderas del otro; ir suprimiendo hasta las cosa más pequeñas que pueden herir al otro o hacerle sufrir.

 

- Mirarse con amor. Poner bondad en los ojos y en el corazón al mirar al otro, al pensar en él. Sólo cuando miramos con amor, podemos ir descubriendo lo que hay de mejor en el otro. Pero, para ello, nos hace falta una generosidad y un olvido de nosotros mismos, una bondad que no nos son espontáneos. En la medida en que reconocemos positivamente lo que hay de mejor, disculpamos fácilmente lo menos bueno. Pero no basta con descubrirlo. Hay un paso más, que es decirlo. En la medida en que la verdad, la bondad y la belleza del otro se van haciendo patentes para mí, se lo digo.

“El ser humano descubre lo que hay de mejor en sí mismo, cuando un mirar contemplativo, un mirar de amor, lo desvela y se lo dice”. ¡Yo soy en la medida en que tú me reconoces! En la medida en que me siento ser, soy capaz de ir desplegando todas mis posibilidades, de irte dando motivos de admiración, de dejar crecer nuestro amor.

 

- El amor del otro por ti. No lo olvides. Es tan grande en ternura, dedicación, pensamiento e ilusiones... ¡Tenlo siempre presente! Pero no cómo una pérdida de libertad, sino como un despertador de tu admiración y asombro, como una fuente de gratitud y gratuidad, como nacimiento de poderosas corrientes de amor.

 

- Asumir la fragilidad.

 

            Hasta que se toma conciencia del otro como él es, de sus debilidades, de sus manías, de sus limitaciones y fracasos; hasta que, asumiendo todo esto, se le acepta tal y como es como punto de partida, no hay amor conyugal.

            El riesgo de algunos noviazgos es no tomar conciencia de esta parte de la personalidad del otro y quedarse limitado en el conocimiento de lo positivo del otro, incluso de los “soñado”. No es raro escuchar, al cabo del tiempo, expresiones como: “Esta persona no es como la que yo conocí”. “Hay noviazgos que son una verdadera estafa”.

 

            Hay un párrafo de “Los gozos y las sombras” de Torrente Ballester, que dice algo muy profundo acerca de todo esto : “Enamorarse es algo más que el deseo de dormir con una mujer, es el haber hallado una persona junto a la cual uno pueda ser verdadero, porque buscarse a una mujer como espectadora de la mentira que has ido inventando es arriesgado. No hay mentira que soporte la convivencia”.

 

PARA LA REFLEXION Y EL DIALOGO DE LA PAREJA.

 

1. – Recordad cada uno el tiempo en que os conocisteis y enamorasteis:

 

-         ¿Qué cosas del otro te enamoraron?

-         ¿Sigues admirando esas mismas cosas?

-         ¿Qué otras has descubierto?

 

2. – Resaltad y comentad lo que más os haya interpelado, aplicando el texto a vuestra vida.

 

3. - ¿Qué aspectos facilitan un mejor conocimiento y cercanía entre vosotros?

 

4.- ¿Qué dificulta vuestro “encuentro”?

 

 

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